no dejes que te impongan a quien querer

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jueves, 14 de agosto de 2008

Bifobia y estereotipos bifobicos

Bifobia es el miedo, la discriminación o el odio hace personas bisexuales. No incluye necesariamente la homofobia ni la heterofobia, porque hay estereotipos específicos para los bisexuales.

Estereotipos bifóbicos
: Los estereotipos bifóbicos incluyen, entre otros, la promiscuidad, poligamia, intercambio de parejas, estar confundido o ser libidinoso. En algunos casos, se acusa a los bisexuales de haber traido enfermedades de trasmisión sexual a la comunidad heterosexual o incluso a la comunidad LGBT. De este estereotipo deriva aquel según el cual una persona bisexual podría tener sexo con cualquiera. Por ello los hombres bisexuales son con frecuencia vistos como portadores del virus del SIDA.
A menudo, los heterosexuales añaden más estereotipos basados en la homofobia. Los homófobos pueden pensar que los bisexuales no están a gusto con su sexo biológico. A veces los homosexuales consideran que los bisexuales conservan su reputación y colaboran con homófobos mientras distrutan simultáneamente de la vida LGBT. Algunos consideran bifóbica la creencia de que la gente se divide entre heteroxuales y homosexuales, y que por tanto la bisexualidad no existe.

Monosexismo y bifobia, artículo de Miguel Arroyo (fragmentos)

En Occidente ocurre actualmente algo bastante intrigante: parece asumirse como algo evidente que los seres humanos somos heterosexuales u homosexuales, categorías que, de acuerdo con la concepción predominante, serían excluyentes entre sí excepto en el caso de unos bichos raros, los bisexuales, que nadie sabe bien quiénes son ni dónde están.

Existe un extraño imperativo: hay que identificarse con una de las dos etiquetas. Hay que ser una cosa o la otra, decisión que mayoritariamente se toma en la época de la adolescencia. Hay que ser monosexual. Esto es comprensible si tenemos en cuenta el fuerte monosexismo que impera en nuestra cultura, es decir, las presiones que sufren los individuos para que se identifiquen con la etiqueta positiva de heterosexual, que excluiría radicalmente cualquier deseo hacia personas del mismo sexo, o (en su defecto) con la etiqueta opuesta, cargada de connotaciones negativas: la de homosexual, también excluyente.

Las presiones monosexistas provienen de todas las instancias sociales: educación y crianza, moral religiosa, discursos psicológicos y científicos, modelos presentes en los medios de comunicación, relaciones interpersonales, etc., y se manifiesta en multitud de detalles de la vida cotidiana. Imaginemos el caso de un hombre o una mujer que tiene una vida normal, es decir, ajustada aparentemente a la norma (se ha casado, tiene hijos, etc.). Todo el mundo pensaría que es heterosexual, y a muy poca gente se le ocurriría considerar la posibilidad de que fuese bisexual; además, si ese fuera el caso, muy probablemente ocultaría celosamente su propia ambivalencia sexual para evitarse problemas con su entorno, ya que los bi suelen tener muy mala fama, peor aún que los homo: de ellos se dice que son psíquicamente desequilibrados, promiscuos, infieles que propagan el sida entre los inocentes héteros, incapaces de establecer una relación estable, y así sucesivamente.

Como estamos comprobando, el monosexismo ejerce su influencia a través de todo un entramado de elementos que inclinan sutilmente a los individuos a adoptar una identidad hétero u homo permanente. ¿Cómo lo logra? Asociando un conjunto de sentimientos negativos como el miedo, la vergüenza o la angustia a la posibilidad de mantener una relación sexual contraria a la que corresponde con la identidad adoptada; esto es, creando un tipo de fobia, determinada socialmente y que, como todas las fobias, genera aversión y conductas de evitación en los individuos que la padecen. Hablamos de la bifobia, articulada a su vez en otras dos fobias más específicas: la homofobia (el terror que sienten los hétero a perder su identidad si cometen el acto prohibido) y la heterofobia (la evitación de toda relación hétero una vez que se ha adoptado la identidad homo, marcada como negativa por la sociedad).

Los datos aportados por disciplinas muy diversas confirman que la división binaria y excluyente de las personas en dos grupos de población (homo y hétero) es puramente social e histórica, es decir, que no refleja adecuadamente la naturaleza sexual del ser humano. No fue siempre así en occidente, ni lo es hoy en otras culturas que conservan formas distintas de estructurar la sexualidad.

* Quienes han profundizado en el funcionamiento de la psique saben que el afecto sexual - la atracción o deseo sexual-, puede ir dirigido en principio hacia personas de cualquier sexo, dado que la naturaleza del ser humano es bisexual: "todas las personas, aun las más normales, son capaces de elección homosexual de objeto, la han consumado alguna vez en su vida y la conservan todavía en el inconsciente"-decía Sigmund Freud.

* Los estudios científicos de la conducta sexual humana confirman lo artificial que es esta diferenciación; por ejemplo el de Alfred Kinsey, en los años cuarenta del pasado siglo, acerca de la conducta sexual del varón blanco norteamericano: "Los hombres no se dividen en dos grupos de población distintos (los heterosexuales y los homosexuales), como distinguimos las ovejas de las cabras. Las cosas no son blancas o negras. Al emplear taxonomías es importante comprender que la naturaleza raramente se deja clasificar con categorías". Recordemos la famosa escala Kinsey.

La historia nos enseña que la categoría "homosexual" es de cuño relativamente reciente en occidente (siglo XIX). Hasta entonces, la actividad sexual entre personas del mismo sexo biológico se había concebido más como un pecado que cualquiera podía llegar a cometer (igual que otros que atentaban contra la sexualidad reproductiva como la zoofilia) más que como una identidad permanente, tal como suele concebirse hoy en día en occidente. De hecho, hasta finales del siglo XVI el término "sodomía" englobaba tanto las relaciones homosexuales como la zoofilia y la penetración anal en las relaciones entre hombre y mujer. Sospechosamente, el término "homosexual" apareció en el contexto del darwinismo social, en una época en que se concebía que esta conducta sexual podía transmitirse genéticamente y, por tanto, erradicarse mediante la eutanasia, es decir, impidiendo que los "homosexuales" se reprodujeran. ¿No irán en el mismo camino todas estas investigaciones que, obviando la evidente naturaleza bisexual del ser humano, asumen a priori la existencia de la división binaria hétero/homo y se empeñan en encontrar el conjunto de genes que pueda determinan la homosexualidad (Dean H. Hamer) o si existe algún área del cerebro, como el hipotálamo, con diferencias de tamaño en los homosexuales(Le Vay)?

No. No hemos terminado aún con la fantasía occidental de que es posible erradicar la "homosexualidad"